viernes, 2 de diciembre de 2011

Reflexiones de Ernesto Sabato sobre el oficio de escribir


Tres novelas publicadas con un intervalo de 13 años, tres obras maestras de las letras hispanas del siglo XX, lo convierten en una figura imprescindible de la literatura universal. Aclamado por Camus, quien lo proyecta en Europa tras leer El túnel, némesis de Jorge Luis Borges -del que tantas cosas le separan y a quien le dedicaría, siguen afirman muchos pese a que siempre negó tal extremo, la tercera parte de Sobre héroes y tumbas, su genial y perturbador "Informe para ciegos"-, símbolo de la memoria de los desaparecidos de la sangrienta dictadura militar argentina tras hacerse cargo del informe conocido como "Nunca más", su trayectoria -marcada de forma radical por su doble adhesión cientificista y comunista, experiencias de las que renegaría posteriormente para refugiarse en la literatura- estará plagada de depresivos silencios que alternarán con raros momentos de exaltación creativa.

En esos periodos de lucidez frecuentó el ensayo, género por el que también alcanzó gran popularidad -en ocasiones hasta el punto de ensombrecer su labor de novelista- gracias a un estilo fragmentario en el que los meros esbozos de pensamientos, a modo de trazos de diario o apuntes de lecturas recientes, se intercalan con pequeños ensayos cargados de descubrimientos e iluminaciones. No escasean a lo largo de esta serie de volúmenes -que se inicia con Uno y el universo y que se cierra casi sesenta años más tarde con el autobiográfico España en los diarios de mi vejez-, reflexiones acerca de la literatura y del oficio de escritor. Algunas de las más sabrosas están recogidas en su imprescindible y hoy nada políticamente correcto -por el particular estudio de las relaciones entre hombre y mujer que interpola- Heterodoxia. Tras releerlo en estos días, he querido recoger aquí algunas de estas iluminaciones para uso de pequeños y mayores.

EXPRESIONES DE LAS QUE USTED, JOVEN ESCRITOR, DEBE HUIR COMO DE LA PESTE. La alegría reinaba en su rostro, el dolor estaba pintado en su cara, el rubor coloreaba sus mejillas, su boca era encantadora, respiraba honradez.
La tea de la discordia, la voz del honor, la hidra de la anarquía, el Sol del Progreso, el campo de las conjeturas, el arsenal de las leyes, la balanza de la justicia, la aurora de las libertades, las tinieblas de la ignorancia, la espada de la la Ley, la tiranía de las pasiones, la moderna Babilonia, una verdadera Torre del Babel, la pérfida Albión, el Oso moscovita, el Tío Sam.
Redoblar sus transportes, abrir su corazón, sentir un nudo en la garganta, parársele los pelos de punta, aspirar embelesado, impresionar gratamente, sembrar cizaña.
La madre naturaleza, el rey de los astros, el astro rey, la luna plateada, los pétalos aterciopelados, el vistoso colorido, el jardín engalanado.
El conflicto bélico, el carro de Marte, la nueva tesitura internacional.
Un fino ensayista, un fino poeta, un espíritu ático.
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PALABRAS. Un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras; a la inversa del mal escritor, que dice cosas insignificantes con palabras grandiosas.
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ESCRIBIR LO NECESARIO. No es que me repugne lo extenso: me repugna lo extendido, que no es lo mismo.
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TEMAS. No se debe elegir el tema de una novela o de un drama: es el tema quien lo elige a uno. No se debe escribir si un tema no acosa, persigue y presiona, a veces durante años, desde las más misteriosas regiones del ser.
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IDEA FIJA EN EL CREADOR. Los más profundos novelistas y dramaturgos son los que están obsesionados por una sola obsesión -sería exagerado decir idea-. Ya sea el Bien y el Mal, o la Soledad, o el Amor, esa monomanía de debe a la profundidas de la obsesión, y ésta garantiza la profundidad de la creación.
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EL ARTE COMO FORMA DE CONOCIMIENTO. Lo que podemos conocer de la realidad mediante los esquemas de la razón se parece a lo que podríamos saber de París examinando su plano y su guía de teléfonos, o a lo que un sordo de nacimiento podría imaginar de una sinfonía observando la partitura.
Las regiones más valiosas de la realidad -la más valiosa para el hombre y su existencia- no son aprehendidas por esos esquemas de la lógica y de la ciencia. Querer aprehender el mundo de los sentimientos, de las emociones, de lo vivo, mediante esos esquemas es como querer sacar agua con horquillas.
De las tres facultades del hombre, la ciencia sólo se vale de la inteligencia y con ella ni siquiera podemos cerciorarnos de que existe el mundo exterior. ¿Qué podemos esperar de problemas infinitamente más sutiles? La realidad no está sólo constituida por silicatos o planetas, aunque buena parte de los hombres de ciencia parezcan creerlo. Un amor, un paisaje, una emoción, también pertenecen a la realidad, ¿pero mediante qué conjunto de logaritimos y silogismos pueden ser aprehendidos?
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LIBERTAD DE LOS PERSONAJES. Los seres reales son libres. Si los personajes de una novela no son también libres, son falsos; y la novela se convierte en un simulacro sin valor.
El autor se siente frente a un personaje como un espectador ineficaz frente a un ser de carne y hueso: puede ver, hasta puede preveer, el acto pero no lo puede evitar. Hay algo irresistible que emana de las profundidades del ser ajeno, de su propia libertad, que ni el espectador ni el autor pueden impedir.
Lo curioso, lo ontológicamente digno de asombro, es que ese personaje es una hipóstasis del propio autor. Es como si una parte de su ser fuese esquizofrénicamente testigo de la otra parte, y testigo ineficaz.
La vida es libertad dentro de una situación, pero la novela es una doble libertad, pues nos permite ensayar (misteriosamente) otros destinos: es a la vez una tentativa de escapar a nuestra finitud -valor ontológico- y una evasión de lo cotidiano -valor psicológico.
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LA ANSIEDAD DE LOS FIJISTAS. La idea de fijar un idioma nace de la ingenua creencia en su insuperable perfección. Personas ansiosas y maravilladas instan a guardarlo en una vitrina, a cubierto del polvo, alejado del riesgo callejero, del vulgo ignorante, de los escritores bárbaros e irrespetuosos. No satisfechos con el vanidoso sentimiento de poseer la mejor lengua, pretenden además ser sus depositarios absolutos. El resultado es conocido: también ellos terminan por vivir en una vitrina, velando un cadáver embalsamado, mientras el espíritu de la lengua vaga por la ciudad.
El asunto de la vitrina comienza para nosotros en 1492, cuando Nebrija le decía a Isabel que la lengua castellana estaba "ya tanto en la cumbre, que más se pudiera temer el descendimiento della que esperar la subida". Que Nebrija se equivocaba, como fatalmente se equivocan todos los gramáticos, lo demuestra la existencia de algunos considerables escritores posteriores a ese peligroso instante: Cervantes, Quevedo, Góngora, Lope, Rubén Darío, Unamuno, Baroja, Ortega, Sarmiento, Hernández.
Con teleológica candidez, el pobre Nebrija creía que su época constituía algo enorme y especial. Candidez parecida a la de Saint-Pierre, para quien los melones habían sido creados con rajas para facilitar su consumo en familia. Pretendemos que la evolución de millones de años a través de amebas y megaterios se ha realizado para que el Hombre Contemporáneo goce de ciertos privilegios, sin advertir que uno de las irremediables características de ese Hombre es la de estar dejando de ser Contemporáneo a cada minuto que pasa.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

De no ser Alejandro habría deseado ser Diógenes

Cuentan que Diógenes divisó un día a una mujer prosternada ante los dioses de una manera inconveniente. Queriendo arrancarla a la superstición, se acercó a ella y le dijo: "¿No temes, hija mía, que un dios venga a colocarse por azar detrás de ti –pues todo está lleno con su presencia-, en cuyo caso tu postura será inadecuada?"

martes, 29 de noviembre de 2011

Leer antes de votar

viernes, 25 de noviembre de 2011

La burbuja cultural

El Centro Niemeyer de Avilés se ha convertido en el símbolo más emblemático de la explosión de la burbuja cultural

Casi parece una alucinación. Casi fue ayer. No había pueblo grande o modesta pedanía que no aspirase a contar con su propio teatro o auditorio, o al menos con una de esas salas futuristas multiusos dotadas de las más modernas prestaciones y que despertaban el recelo de los operarios municipales cuando se interrogaban acerca de quién demonios sabría hacer funcionar aquello: la mesa de mezclas, el proyector, las luces, los micrófonos, las butacas reclinables, el ordenador, el termostato, joder, si solo tengo dos manos.

Fluía el dinero. Incluso el más redomado mindundi con capacidad para echarse una guitarra al hombro tenía un caché superior al millón de pesetas (siempre números redondos, mejor que sobre a que falte, total, qué era eso en euros). Personajes televisivos, a veces meros secundarios en infumables series de éxito, eran contratados sin medida para hacer pregones en las fiestas patronales. Poco había de importar que hubieran pisado alguna vez el pueblo de cuyo presupuesto municipal habrían de salir sus emolumentos; al fin y al cabo nada resultaba más hospitalario que un cheque a rebosar de ceros que estimulara al invitado a ensalzar las bondades del lugar descubiertas a través de wikipedia, el cariñoso trato recibido por parte de los serviciales concejales, la calidad del almuerzo dispensado en uno de esos nuevos restaurantes locales regentados por uno que una vez estuvo en una conferencia de un discípulo de uno de los nuevos gurús de la cocina periférica, en los que podías probar de todo menos las viandas propias del sitio o al menos algo que se les pareciese).

Las autonomías, por supuesto, eran las que con más vigor le daban al fuelle. Ese parece su sino. Ellas enarbolaban la bandera de esta nueva prosperidad. La organización de diferentes circuitos culturales parecía querer dejar a experimentos pasados como La Barraca –experiencia republicana en la que muchos, teóricamente, se inspiraban- en una rústica experiencia antediluviana. Qué camiones itinerantes ni qué siglo de Oro muerto. Qué teatro aficionado ni qué visión de España cuando podíamos fundar nuestras propias compañías nacionales y hacerle descubrir al democrático público el más deshumanizado arte de vanguardia (ante todo dinamización y transversalidad, señores). En todo caso, por supuesto, antes Shakespeare o Chéjov que Benavente, Galdós, Arniches o Buero. Y en caso de duda, siempre, siempre, siempre Lorca.

No sólo el teatro, ni mucho menos, acaparaba el presupuesto. De hecho, solo ocupaba un capítulo marginal en comparación con otras actividades. Cómo no tener un par de certámenes literarios, una muestra de cine, un festival flamenco, un ciclo de jazz , un salón de cómic y como poco un par de cursos de verano de la Universidad, además, claro, de la programación ordinaria. Eso era lo mínimo para un pueblo medio, de entre dos y cuatro iglesias. Lo de menos era el dinero. Lo había raudales. Los ayuntamientos, las diputaciones, las comunidades tenían las arcas llenas. No daba tiempo a contarlo. Las recalificaciones eran como las minas de oro en la Norteamérica del XIX con la diferencia de que éstas no había que ir a buscarlas, empeñándose en una imprevisible aventura. Estaban ahí los terrenos, al alcance de la mano (cómo no se nos había ocurrido antes) y cada día valían más, sobre todo los mal llamados “protegidos”, ya saben de esos a los que bañaba un riachuelo, o tenían vistas a la sierra o estaban reservados para hospitales, colegios, plantas de reciclaje, equipamientos deportivos... Sí, esos valían más y había que hacerse un poco más de rogar. Solo un poco. Además, luego con un poco de suerte, solo un poco, la promotora de turno tendría el orgullo de ver su banderola (palabra mágica de una época extinta) colgada en el propio teatro y fotografiarse terminada la función (el funcionario o el cargo de confianza de marras también hubo de aprender a utilizar la cámara digital y el photoshop y el correo electrónico) con el artista de turno, quien mientras les firmaba a éste y a medio equipo de Gobierno un autógrafo para las-niñas-pequeñas-que-no-han-podido-venir-porque-se-han-quedado-con-la-madre-ya-me-entiende, no podía quitarse (hay miles de documentos gráficos que lo atestiguan) la cara de estupefacción ante el hecho de que en Quintopinar del Cuernopelao tuvieran pasta para correr con los gastos del show, inflado hasta lo indecible, apoquinando incluso por adelantado.

En definitiva, el Estado Cultural avanzaba como una apisonadora, llevando el conocimiento a unos precios ridículos, cuando no gratis, a cualquier rincón de la piel de toro, del Estado, sin más, como ahora era llamado. Nuevos museos (o centros culturales y/o de interpretación, así se denominaban) abrían sus puertas mientras que los de toda la vida acumulaban interminables colas a sus puertas. La Cultura molaba. Jornadas, seminarios, congresos, festivales, proliferaban por doquier. Por veinte euros podías ponerte al día acerca de cualquier tema (desde Arqueología mágica hasta las últimas tendencias en Librodepilación) y encima recibir una carpeta, un boli, un cuaderno y, con suerte una bolsa o mochilita que no desentonaría en nada con tu atuendo habitual. ¡Incluso querrías ponértela terminado el evento! Por supuesto, el transporte público era gratuito, que para eso los autobuses eran nuevos en espera de que llegara el correspondiente tranvía o metro que tenía media ciudad patas arriba. No problema. Cubiertas las necesidades básicas, la gente reivindicaba su derecho a conocer, a disfrutar, a aprender de un modo hedonista, ecléctico, plural. Pan y libros. La sociedad pos era una realidad y si un peón de albañil podía llevarse a su casa dos mil euros mensuales limpios, por qué no podría tener derecho él, con su piercing, su tatuaje tribal y sus pantalones chorreaos de a cien euros -pensaban los gestores culturales y sus asesores y los auxiliares de estos y los becarios de los anteriores-, a tragarse cuatro horas de la mejor ópera italiana (o de un Wagner más consumición) en el teatro de al lado de su casa.

Pero, entonces llegó la crisis. La inmobiliaria. Qué les voy a contar que no sepan. Bah, se veía venir. Aunque todavía no pasaba nada. La maquinaria perfectamente engrasada no podía detenerse. Los presupuestos estaban aprobados, las despensas aún llenas, casi tanto como las terrazas de bares y cafeterías de los centros comerciales que habían nacido como hongos rutilantes de felicidad sin fin. Para qué preocuparse. Gracias a nuestro florecimiento espiritual éramos ya tan listos como para saber deletrear Lehman Brothers sin que nos preocupara en absoluto lo que allí estaba pasando. A las muy malas nos tendríamos que conformar con comprarnos los tejanos, los jeans, los putos vaqueros de toda la vida, aquí en Europa y no en Nueva York como antes. Jo, vaya, por Esquilo te lo digo. Sin embargo, la cosa era un poco más grave. A pesar de que los grandes tótems de la cultura patria seguían compartiendo gira con el partido todavía hegemónico, ése al que tanto debían (por sus progresistas políticas sociales, quiero decir), un creciente runrún emergía desde alguna cavernosa profundidad. El ojo rojo de Sauron de la crisis ya nos tenía localizados y pasó lo que tenía que pasar.

Nuestra prosperidad no se había cimentado en la investigación y el conocimiento, en alta tecnología, en la exportación o la diversificación industrial, ni siquiera en el sector servicios, mucho menos en la Cultura. Eso habíamos querido creer todos mientras le dábamos a la máquina de hacer pisos. No, no, con el frenazo del ladrillo se paró todo lo demás. El país entero. Y la burbuja cultural no tardaría también en explotar. Las arcas de la Administración se habían quedado vacías. Fallaron las previsiones. Y con la iniciativa privada ya no se podía contar. ¡Si no vendo los pisos cómo te voy a dar tres mil euros para un recital de piano!, decían indignados aquellos desprendidos mecenas de antaño. Lógico. Así las cosas, primero se fueron demorando los pagos, después disminuyeron las contrataciones, pronto se fueron paralizando los nuevos centros previstos y a la vuelta de unos meses se acabó el dinero hasta para imprimir la programación (primero la habían hecho en blanco y negro; ahora la mandarían en pdf, que es más ecológico). Vamos, que en menos que un diputado se garantiza la pensión máxima se pasó en las inauguraciones de reducir las raciones de jamón a poner sólo un vino español algo peleón, y de ahí directamente a dejarle claro al artista invitado que si quería exponer tenía que correr él con los gastos, no ya los del catálogo -por supuesto, qué locura- sino incluso los derivados de la luz de la sala. De la publicidad en medios de comunicación a cargo del erario público ya ni hablar. ¡Ni siquiera en los afines! Con lo que se les debía y viceversa estaban empatados.

Ahora que se habían quedado sin pasta llegaba el turno para los artistas locales. Porca miseria. En definitiva, al tiempo que la calidad se deterioraba, subían los precios. Hace nada podías ver el último espectáculo de, no sé, Els Fulanites por 6 euros, con suerte a lo mejor era hasta su estreno mundial, y ahora te pedían 12 –algo simbólico, algo simbólico- por asistir a la representación de final del curso del Taller de Teatro Municipal, vamos, para ver a tu vecino haciendo el gilipollas.

Habíamos vivido un sueño, una edad áurea del conocimiento. Ciencias y artes nunca antes habían irradiado con más fuerza. Daba la sensación de que había que ser muy lerdo u ocultarse mucho, muy lejos y muy hondo, para no aprender algo. A la salida del metro, en el supermercado, a través del televisor te golpeaban con miles de ofertas culturales a cuál más seductora. Y sin, embargo, ahora que despertamos a la realidad de la fecha, ¿podemos afirmar serenamente que nos hemos vuelto más sabios, sensibles, mejores? ¿Hemos aprovechado los españoles estos años pasados -que quién sabe si volverán- para crecer como pueblo? ¿O se ha llevado la resaca junto a nuestros ahorros todo lo demás, tal vez por la sencilla razón de que no había arraigado en realidad nada? Qué fue entonces lo que ocurrió. ¿Solo un gran paripé, una fiebre pasajera, el virus de una prosperidad mal entendida erradicado por la vacuna de una descomunal crisis económica? ¿Tenemos entonces que cerrar los teatros, erradicar ayudas y subvenciones, condenar a una nueva generación de creadores –por no hablar de los vigentes- al olvido, el exilio, la indigencia? ¿Lo que nos parecía normal ha pasado automáticamente a ser inmoral? ¿De bien de interés general debe pasar ahora la Cultura a ser un artículo de lujo, una excentricidad, una cosa elitista y trasnochada? ¿No hay término medio?

Una especie de fuerza ciega llevó a los españoles en apenas tres décadas a equipararnos con las naciones más avanzadas de Europa. Salíamos del desierto y en solo una generación nos convertimos en una referencia en materias tan disímiles y representativas en el mundo actual como los trasplantes de corazón, el transporte ferroviario o los deportes. A la par, nuestros directores y actores ganaron premios Oscar, nuestros pintores y arquitectos conquistaron el mundo, nuestros museos se convirtieron en referencias planetarias y no hubo campo de las artes en el que un español, de la danza a la escultura, del teatro a la literatura, de la música al audiovisual, no descollara. Hoy, esa misma fuerza ciega amenaza con destruir toda esa labor. Cuando veo a miles de compatriotas, muchos de entre ellos de mi generación, hijos de la Transición, coger las maletas y desparramarse por el mundo a la busca de un futuro no ya mejor sino teóricamente posible, desearía pensar que Ortega se equivocaba cuando decía: “Sobre el fondo anchísimo de la historia universal fuimos los españoles un ademán de coraje. Esta es nuestra grandeza, ésta es toda nuestra miseria”. El coraje, la hazaña, la voluntad son siempre necesarios, y muy especialmente en momentos como los actuales, pero carentes de razón, inteligencia y justicia, solo pueden conducirnos a estos insoportables vaivenes capaces de marcar el futuro de generaciones enteras hipotecando fatalmente el porvenir.

La burbuja cultural ha estallado pero aún estamos a tiempo de coger algunos de los pedazos que cayeron rociados por el suelo y empezar a construir con ellos algo verdaderamente genuino. Al principio parecerá más pequeño que lo que había antes, pero al tiempo descubriremos que lo que habrá perdido en volumen lo habrá ganado en peso.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Dalí, el despistado

Resulta proverbial la condición de excéntrico y estrafalario de Dalí. Tan "especial" era el de Figueras que, a pesar de destacar por su inteligencia -nos cuenta Pepín Bello recordando aquellos años de la Residencia de Estudiantes-, era sobre todo conocido por su "enciclopédica ignorancia", especialmente aquella que tenía que ver con las cosas más sencillas de la vida.

"No sabía -cuenta Bello- que cinco duros eran veinticinco pesetas, no sabía tomar un billete para un espectáculo, no sabía leer la hora del reloj...". Sin embargo, pocas anécdotas ilustran mejor este rasgo que aquella que le refirió Federico García Lorca después de haber sido invitado por el catalán (Pepín, que también fue convocado, no pudo asistir por estar haciendo el servicio militar) a pasar unos días en Cadaqués aprovechando la fiesta de Semana Santa. Federico se había dado cuenta nada más llegar de que el padre de Dalí se había casado con su cuñada, a la que el pintor sólía aludir con frecuencia en la Residencia como la 'tieta'. Esa misma noche, Lorca aprovechó un descuido para decirle a su amigo Salvador: "Oye, no nos habías dicho que tu padre se había casado con la tieta". A lo que éste respondió impasible: "Ah, no sé, pregunta mañana a mi hermana Ana Mari que como ella está por aquí ella lo sabrá".

En fin, que como decía divertido Bello, aquel longevo personaje de la generación (falleció en 2008) célebre, entre otras cosas, por no haber dejado escrita obra alguna pese a haber compartido amistad (en condición de aglutinador y, dicen también, de 'paganini' dada su condición de adinerado y encantador señorito) con la más brillante nómina de intelectuales del siglo XX, "Dalí no sabía nada de nada, excepto de pintura". Y cómo pintaba aquel despistado genial, aquel que pasó de la Revolución a Holywood como quien se engomina el bigote y que sintió una fascinación por la física cuántica tan excesiva como todo en su desmesurado carácter.

Abajo, una reinterpretación de Millet -en este caso de su célebre 'Angelus', un motivo que le obsesionó y al que dedicó numerosas versiones hasta el punto de que se convirtió en uno de los temas fundamentales para el desarrollo de su método paranoico-crítico- muy anterior a la revisitación de Banksy a la que aludíamos hace unos días. El resultado, estremecedor.

martes, 22 de noviembre de 2011

Curso acelerado sobre el sistema financiero



Antes de que el sistema financiero se colapsara (sic) y de que tuviéramos que refundar el capitalismo (resic), Rodrigo Cortés (el de la estupenda Buried) nos daba de forma premonitoria unas lecciones básicas sobre los bancos. No previó que solo meses más tarde inauguraríamos una nueva era en la que si algo salía mal, ahí estarían de nuevo los arruinados prestatarios para, a través de sus gobiernos (de sus "representantes democráticamente elegidos"), cubrir además las pérdidas. No falla, tarde o temprano, el oro, el interés y la propiedad.

lunes, 21 de noviembre de 2011

El Progreso según Baudelaire

"¿Hay algo más absurdo que el Progreso, puesto que el hombre, como lo demuestra la vida diaria, es siempre semejante e igual al hombre, es decir, siempre está en estado salvaje? ¡Qué son los peligros del bosque y del campo comparados a los choques y conflictos diarios de la civilización! Aun cuando el hombre arme su trampa en el bulevar o traspase su caza en los bosques desconocidos, ¿no sigue siendo acaso el hombre eterno, es decir, el más perfecto animal de presa?"
CHARLES BAUDELAIRE, Cohetes.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Ideas más o menos

sábado, 19 de noviembre de 2011

Banksy en el museo (Millet revisitado)


lunes, 17 de octubre de 2011

Las mejores frases de Antonio Gasset en 'Días de cine'

La semana pasada el programa ‘Días de cine’ cumplía 20 años, un hito incluso para un espacio producido por la televisión pública. Hito, sí, pues a pesar de la acreditada calidad demostrada con los años, siempre en permanente evolución, que le ha permitido mantener en estos tiempos de fragmentación una audiencia más o menos fiel, parece que ‘Días de cine’ esté condenado a estar permanentemente justificándose. Prueba de ello es el tener que verse sometido al incomprensible hostigamiento del que dan cuenta los continuos recortes al que es sometido el programa (felizmente sin que se resienta el producto) y cuyo ejemplo más visible -algo endémico y que sólo la opción “a la carta” ha venido a paliar- es su ninguneo a la hora de ser colocado en parrilla.

Con todo, ‘Días de cine’ sigue siendo el programa de cine de referencia en nuestro país y no sólo porque a casi todos los demás se los hayan ido cargando con los años. Además de ser visualmente atractivo, e informativamente prolijo es, last but not least, tremendamente útil para sus espectadores, al menos para éste que suscribe y que encuentra en sus reportajes un casi siempre fiable punto de referencia a la hora de seleccionar las películas de mayor interés.
Ajeno tanto a pretenciosas exquisiteces vanguardistas autohinflapagadas, al tiempo que implacable con aquellos que pretenden hacer del arte de masas por antonomasia una simple repetición recaudatoria de lo mismo, la crítica practicada por los redactores del programa –heterodoxa dentro de ciertos parámetros que permiten observar una cierta unidad de fondo- se recrea en las bondades de los filmes a abordar, sin cebarse en los desaciertos que más bien tienden a ser fácilmente localizados, para proceder después a su posterior desactivación, algo a lo que contribuye generosamente el espectador implícito que frecuenta el programa. Aunque, en fin, de todo esto ya se habrá dado cuenta por sí mismo el lector.

El caso es que reivindicaciones y felicitaciones aparte, me parece esta efeméride una buena excusa para sumarme de forma nada original al recuerdo de quien fuera director y mítico presentador del programa, Antonio Gasset Dubois (quien, por cierto, aparece estelarmente en el especial ofrecido con motivo del aniversario
). Decir que se trata de una persona que contribuyó decisivamente en la tarea de fidelizar espectadores (y que provocó también injustas deserciones tras su traumática marcha, como la de éste que más tarde y por pura lógica regresaría a su butaca) no es pasar del lugar común. Tampoco descubro nada al afirmar que su nombre aparece indudablemente ligado (en ocasiones llegando a ensombrecer su labor estrictamente periodística) a una forma muy especial de conducción que ha pasado a la posteridad en forma de frases y momentos impagables que le han valido incluso hacerse merecedor de la etiqueta de “maestro del humor”. Si Hugh Laurie bebió de sus fuentes para construir su personaje de genial médico airado, es algo que probablemente nunca sabremos. Como sea, de entre todo el caudal de frases que se le atribuyen (solo de una parte de las seleccionadas puedo dar fe como auténticas, pues recuerdo habérselas escuchado salir por boca del protagonista) he escogido una cincuentena que presento, por puro entretenimiento personal, en forma de lista. Muchas las conoceréis y activarán en vuestra memoria, como a mí me sucedió, olvidadas conexiones neuronales. Otras quizá os fuesen extrañas, en cuyo caso no me cabe duda de que estaréis encantados de haberlas conocido.

1.- “Durante la pausa publicitaria, rezaré con la esperanza de que ninguno de sus hijos se haya presentado al casting de Operación Triunfo.”

2.- “...Soy consciente que a la hora de emisión de mi programa solo puede ser visto por un puñado de poli toxicómanos insomnes.”

3.- “Para ir al cine con esta cartelera hay que tener coeficiente intelectual negativo.”

4.- “Llega el momento de la publicidad, disfrutad del cine si podéis. Si no, también tenéis la música, la literatura o incluso la historia, a no ser que queráis ser presidente del Gobierno.”

5.- “Les deseo que pasen una buena semana, sea lo que sea lo que hayan decidido hacer, incluso si es de nazareno autoflagelante.”

6.- “Aprovechen la pausa para revisar su agenda de amigos, encontrarán que han malgastado su preciado tiempo y paciencia en conocer a un montón de ineptos, no se corten, cojan un boli y táchenlos.”

7.- “Nunca se fíen de algo que sangra durante cuatro días y no se muere.”

8.- “...Lo mejor del festival de Venecia, mi acompañante, aunque por desgracia esté enamorada de otro.”

9. -“Buenas noches a todos, pero antes de despedirnos, un consejo: no os droguéis, porque la ingesta de estas sustancias puede producir efectos indeseados. Un amigo mío se tomó el otro día cierta pastilla y creyó ver a George Bush leyendo un libro".

10.- “Llegó la pausa. Estupenda para reflexionar sobre el verano y sus posibilidades lúdicas: sorprender a nuestras parejas con un tatuaje, un piercing en zona íntima, o simplemente un tanga de pedrería para hacer el ridículo en alguna piscina municipal. Como podéis comprobar no puedo evitar decir sandeces.

11.- “Tan guapa actriz como mala la película que ha venido a promocionar.”

12.- “Vamos a una pausa publicitaria, que será tan corta como el sueldo del presentador.”

13.- “Servidor se confiesa seguidor de Philip K. Dick, quizás por ello me he convertido en un trastornado.”

14.- “Y ahora, si nos perdonan, vamos a hablar de cine español.”

15.- “Es incuestionable que ‘Kill Bill’ es una virtuosa obra de dirección. Lo que es cuestionable es si es algo más.”

16.- “¿Qué sería de nosotros sin un país inteligente como es Francia?”

17.- Cierto interés despierta la película ‘Thirteen’, ópera prima de la directora Catherine Hardwick. Una adolescente, su madre, sexo, drogas y piercing en la lengua, algo, por cierto, con lo que todavía no he contactado, pero no pierdo la esperanza.

18.- “Llego la hora de la pausa. Espero que puedan contener durante unos minutos los impulsos sexuales de sus parejas... Si no puede ser, no puede ser... En cualquier caso, volveremos después de la publicidad con el sector más casto de la audiencia.”

19.- “Ahora vamos con ‘El señor de los anillos’, película basada en un famosísimo libro... que yo no me he leído. Sin embargo, les diré como anécdota, que algunos de mis amigos tienen, en una estantería totalmente vacía, junto con su foto de sus vacaciones en Calasparra, un ejemplar de ‘El señor de los anillos’.”

20.- “Esto ha sido todo, la próxima semana más. Id pensando en las vacaciones y en el Europeo de fútbol; más adelante Atenas se convertirá en capital mundial de la droga con la presencia de los maravillosos atletas olímpicos.”

21.- “Comenzamos con una película de las llamadas polémicas, que quiere decir que a unos les gusta y a otros no, como todas.”

22.- “Y cómo no, el DVD y sus ofertas, el mejor invento hasta el momento para gozar del cine en la intimidad de hogares, geriátricos o prisiones, lugares donde los humanos consumimos nuestro irreversible devenir.”

23.- “Ben Affleck es a la buena interpretación lo que un pepinillo cocido a la alta cocina.”

24.- “Se estrena estos días la película El último samurai, protagonizada por el ex-marido de Nicole Kidman, único dato destacable de este actor llamado Tom Cruise.”

25.- “Llegó la pausa, alejaros del mando a distancia, cualquier tentación podría conduciros a algún infierno, incluidos espacios electorales.”

26.- “Nos vamos con la esperanza de que ninguno se deje llevar por los fanatismos religiosos, políticos o sexuales: los primeros por no llevar a nada, los segundos porque el objeto de deseo suele ser un idiota de renombre y los últimos por las continuas frustraciones.”

27.- “Sed buenos, y si por lo que fuera no podéis, seguid siendo malos, la diferencia es mínima.”

28.- “Hola, buenas noches. Hoy les hablo desde Torrespaña en Madrid, más conocido como el pirulí, que con su forma fálica es un símbolo de la modernidad de esta ciudad. Como modernas también son las vidrieras de la Catedral de la Almudena y las pinturas del altar de un tal Kiko no sé qué. Por cierto, igual de horribles que algunas películas.”

29.- “Cuando vuelvan de la publicidad me habré desnudado y me tiraré al mar (en Cannes)”. A la vuelta de la publicidad dio su explicación: "Era un patético intento por mantener la audiencia.....”

30.- “Ahora pueden ustedes hacer un montón de cosas aprovechando los interminables minutos de publicidad.”

31.- "Bruce Willis, la persona a la que más he odiado en este mundo; Bruce Willis, ese actor a cuyo club de fans tengo el placer de no pertenecer"

32.- “Llegó la pausa, meditad sobre las vacaciones, compañía, siempre mejor las malas, viajes, con seres queridos mucho mejor, y gastos, la generosidad siempre embellece. Y sobre todo no pertenezcáis nunca a ningún grupo mediático sea del signo que sea.”

33.- “Punto final del programa y como siempre las novedades del DVD. Un regalo magnifico si queréis quedar bien, por ejemplo conmigo este próximo domingo, día de San Antonio.”

34.- “Sed buenos, evitad los tríos amorosos, que aunque tengan su morbo son peligrosos, y bebed mucha agua para el calor.”

35.- “Continuamos con tres estrenos que hemos considerado de interés y de un nivel digno de nuestro programa, tres películas que representan el cine actual. Hay lo que hay y lo demás son sueños deliroides que sólo conducen al autoengaño.”

36.- “Llegó la pausa. Tomaos con filosofía y paciencia las pasiones futbolísticas, sexuales y políticas. Las primeras, porque se trata de un juego; las segundas, porque suelen ser efímeras; y las terceras, las políticas, porque el oscuro objeto del deseo suele ser un mentecato.”

37.- “Comenzamos esta segunda parte hablando de una película de la que me gustaría no hablar. Este es un caso en el que siento un profundo asco y me siento un cobarde por no negarme a hablar de esta cosa. Se trata del último trabajo de Quentin Tarantino, del que soporté los 45 primeros minutos a pesar de la secuencia de arranque, una de las más despreciables de la historia del cine. Un asesinato gratuito y sádico delante de la hija de la víctima. Con esfuerzo soporto que haya en el programa gente que le guste.

38.- “Hasta el próximo programa. No sabemos ni qué día ni a qué hora nos pondrán, de modo que estén atentos.”

39.- “Buenas noches, una semana más ‘Días de cine’ interrumpe vuestra intimidad para informaros sobre esto que algún insensato calificó como arte, pero que hay que reconocer que en algunas ocasiones es maravilloso.

40.- “Seguimos con otros temas, la película ‘Carne viva’ de la directora Jane Campion, un thriller gozosamente sexualón, con la estupenda Meg Ryan a la búsqueda de verdades y algún que otro orgasmo. Temas por cierto nada desagradables.”

41.- “Llegó la pausa, recordad la necesidad de hacer la declaración de la renta y tened en cuenta que casi todo lo que hace feliz no desgrava, pero siempre queda el consuelo de comportarse como buenos ciudadanos. No sigo porque comenzará a crecerme la nariz.”

42.- “Buenas noches, de nuevo en Madrid con sus zanjas, obras y taladradoras ensordecedoras y también hay que reconocerlo, con cosas buenas, como alguna zona todavía del barrio de Salamanca. A continuación la actualidad en esto del cine, tan lleno de obras maestras según escuchamos, pero que nosotros no vemos por ninguna parte. Tras el sumario con los contenidos comenzamos.

43.- “Sé que aguantarán a estas altas horas de la noche el momento de publicidad ya que al regreso tenemos un especial del salón del cine erótico de Barcelona.”

44.- “Quiero aprovechar, como amante de la Fórmula 1, para felicitar al corredor alemán Michael Schumacher por su triunfo en el Gran Premio de San Marino. Da gusto ver en lo más alto del podium a personas ni fatuas, ni engreídas, ni desagradecidas. Espero que continúe la racha.”

45.- “Esto ha sido todo, este fin de semana serán los Oscar, premios por los que no siento el más mínimo interés. Aunque son buenos para descubrir el índice de estupidez de algunos informadores en función del número de veces que utilizan la palabra “glamour". Palabra que por cierto nunca he conocido bien su significado. Por supuesto, interpretaciones tan ridículas y lamentables como la de Charlize Theron y Renée Zellweger serán premiadas, no tengáis ninguna duda.”

46.- “Jeunet es el director de ese engendro, película para algunos (estaban equivocados), ladrillo para otros (estábamos en lo cierto) que fue Amelie.”

47.- “Llega a nuestras pantallas con cierto retraso la película ‘Full frontal’ del director Steven Sorderberg, autor desigual y en ocasiones magnífico. Esta película pertenece al grupo de sus rarezas, pero la verdad es que engancha bastante una vez que hemos renunciado a entenderla en su totalidad.”

48.- “Veamos el reportaje de ‘Mar adentro’ que ha realizado mi compañero y amigo Alberto Bermejo, el único de todo el equipo al que le ha gustado la película.”

49.- “La verdad es que hay días que no sé dónde refugiarme políticamente.”

50.- “Buenas noches en esta nueva edición del programa ‘Días de cine’, un clásico en esta isla de buen gusto que es la 2 de TVE. Como no tengo muchas ganas de hablar pasamos directamente al sumario con los contenidos de esta semana y comenzamos.”

domingo, 9 de octubre de 2011

Hambre (¿y empacho?) de Jobs


Steve Jobs ha muerto. Y desde hace días no consigo escabullirme de esa nube de consternación y desconsuelo que se ha formado en torno a su figura. Los medios de comunicación no dejan de inundarnos con informaciones acerca de su biografía (cómo fue su infancia, qué le inspiraba, por qué se vestía de tal modo, cómo forjó un imperio, lo perdió y lo volvió a conquistar…) mientras que las redes sociales distribuyen miles de comentarios por segundo sobre su persona a lo largo y ancho de todo el mundo civilizado. Veo alrededor a cantidad de gente sensible, culta e inteligente afectada y no puedo evitar preguntarme: ¿por qué yo no me conmuevo? ¿Por qué no siento su pérdida como mía?

¿Me he vuelto insensible? ¿Es por no haber tenido un mac, un iphone, un ipad?

Steve Jobs era un genio en su campo. Dotó de realidad a lo que otros simplemente imaginaron. Cómo negar que su aportación en la evolución del ordenador personal, la creación del ‘mouse’ o aplicaciones como la pantalla táctil (entre las más de 300 patentes que llegó a registrar) han transformado nuestra cotidianeidad. Pero, sobre todo, Jobs fue un genio del marketing. Un tipo capaz de mantener en ascuas a millones de amantes de lo ‘último’, de dejar horas y horas a un montón de japoneses estampados contra un cristal esperando a que abrieran la tienda.

Pero, más allá de una serie de innovaciones tecnológicas deliciosamente empaquetadas, sigo sin descubrir qué nuevos caminos abrió Jobs a la raza humana. A cuántos de sus congéneres salvó de la zozobra. Qué preguntas trascendentales trató de responder. Cuántos audaces interrogantes dejó planteados. No, por mucho que me esfuerzo no veo en él a un Leonardo o un Einstein, puede que ni siquiera a un Edison, en todo caso un Bill Gates con más clase, a un Zuckerberg con más talento, un rey Midas, en definitiva, de los tiempos modernos, un gran héroe post.

Si tuviera una tienda de móviles, supongo que lo admiraría. Si tuviera un blog de tecnología lo admiraría. Si quisiera entrar en la lista Forbes lo admiraría. Incluso si fuera un simple autónomo lo admiraría. Qué demonios, no soy un geek, ni un nerd (y no sé si entiendo aún muy bien qué carajo sea un gadget) y no puedo evitar caer rendido ante lo que un solo hombre ha sido capaz de construir partiendo prácticamente desde cero. Pero, ya está.

Steve Jobs ha muerto y no consigo ver en el inventor, en el mago de las finanzas, en el maestro de la mercadotecnia, en la encarnación del sueño global/americano, en el para algunos verdadero "padre de mi generación", al genio redentor que a cada paso me encuentro reflejado. Mi dolor se dirige al hombre que murió joven después de luchar siete años con la muerte, a aquel de pensar sereno que ofreció una lección de vida en la célebre conferencia de Stanford y que ha dejado huérfanos a tantas millones de personas hambrientas. ¿De qué? Él lo supo.

 
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