domingo, 8 de noviembre de 2009

Bye, bye Soitu


La desaparición de un medio, independientemente de su propuesta, de su línea editorial, supone un motivo de inquietud y alarma para la comunicación de un país. Una sociedad compleja exige una compleja trama de intérpretes que intenten descifrar las claves por las que una época transita. Ésa es la labor mediadora que la prensa desde hace siglos, con grandes aciertos (como los que llevaron a dos jóvenes periodistas del Post a derrocar a todo un presidente de los EE.UU o hicieron posible una transición pacífica a la democracia en España) y estrepitosos fracasos (los que por ejemplo TNYT protagonizó durante la primera fase de la reciente guerra de Irak), ha desempeñado.

Sin embargo, existen decesos que producen mayor congoja que otros, que en tiempos de recortes masivos y generalizada precariedad, generan una dosis extra de rabia e impotencia. Y estos fueron precisamente los sentimientos que me asaltaron hace unos días cuando me enteré de que el portal de información digital soitu había tenido que echar el cierre.

Soitu era el sueño de un grupo de profesionales bien curtidos que habían avizorado que el panorama de la comunicación había sufrido una transformación vertiginosa a la que no podía sustraerse una redacción que pudiera considerarse moderna. Y sobre esta en apariencia sencilla premisa decidieron montar un proyecto que pusiera las nuevas tecnologías al servicio del periodista y en última instancia del lector/usuario. Así, decidieron apostar por un diseño innovador (reconocido a nivel mundial) y crearon canales de información y de participación dirigidos a un lector al que se le trataba de tú a tú, sin paternalismo, confiando en su mayoría de edad, pero también sin vanas concesiones.

Como otros muchos -antes de que terminara enganchado al portal, cuando no podía imaginar que terminaría convertido en asiduo lector y agradecido colaborador-, yo llegué a soitu arrastrado por Javier Pérez de Albéniz, ácido crítico de televisión que venía rebotado de elmundo.es, en donde sus críticas a las teorías de la conspiración sobre el 11-M abanderadas por Pedro J., le habían granjeado, pese al éxito de su blog, no pocos enemigos. La libertad de “El descodificador” a la hora de repartir mandobles a diestro y siniestro, su vasta cultura, suponían un soplo de aire fresco en el panorama previsible y maniqueo en el que se movían los principales líderes de opinión y suponía, sin duda, la mejor tarjeta de presentación para el ‘no mass media’ que nacía.

Porque si soitu pudo tener muchas virtudes la principal fue su aura de independencia (ese “¿y estos de qué palo van?”) que le permitía poner en solfa a Zapatero o a Rajoy, a la ministra Aído o a Esperanza Aguirre, incluso al sector financiero en su conjunto, pese a que su principal inversor era una entidad bancaria. Tal vez este afán por mantener su autonomía respecto a los poderes fácticos haya precipitado su final, pero es la misma resistencia a las presiones que tuvo que sufrir un medio que empezaba a recibir ya más de un millón de visitas mensuales, y por lo tanto que “influía”, lo que le han abierto a este canal sin ínfulas una puerta a la grandeza.

Después de casi dos años acariciando el futuro de la información, murieron con las botas puestas y encima tuvieron narices de celebrar su velatorio en un último guiño de ironía e inteligencia. Sí, realmente habéis dejado un cadáver exquisito para consumo de necrófagos futuros con paladares a prueba de mesianismos y retórica hueca.



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