sábado, 18 de abril de 2009

Chaves o no

Nada ha pasado. Todo sigue igual.

Manuel Chaves ha dejado el gobierno andaluz después de 19 años como presidente y a nadie parece importarle. En el PSOE se ha hecho la transferencia de poder sin ruido. Zarrías, que podía haber sido un posible sucesor, iba incluido en el paquete camino a Madrid, despejando así el camino a un candidato de concordia, a un gestor consagrado más que a un peso político del partido que hubiera podido dividir a la militancia.

Al PP, por su parte, parece haberle pillado tan de sorpresa el acontecimiento que ni siquiera han sabido articular una crítica decente. Y es que tanto habían cargado el discurso en desgastar la figura de un Chaves incapaz de permitir un relevo, de un político apoltronado y más que amortizado, que el verse sin diana les ha trastocado todos los planes. Con Chaves en el poder y con el viento de las encuestas, en buena parte debido a la crisis económica, soplando a favor, Arenas podía prometérselas muy felices. Llegar a dormir en el Palacio de San Telmo era un sueño que poder acariciar. Al variar la ecuación, se abre un margen de incertidumbre que los populares se muestran incapaces de calibrar, especialmente cuando aún quedan tres largos años para que los de la rosa diseñen su estrategia.

Pero, al margen de la política, ¿qué pasa con la opinión pública andaluza? ¿Por qué no parece manifestarse en ningún sentido?

Sería de esperar que miles de personas pudieran sentirse decepcionadas, incluso estafadas. En especial, quienes votaron al PSOE hace apenas un año. Estos dieron su apoyo a unas siglas, es verdad, y a un programa, pero por bien que les sonara esa música, pusieron al frente de esta orquesta a un director determinado. Y éste era Manuel Chaves, el mismo que sin pedir permiso a nadie ha decidido aceptar el ofrecimiento del presidente del Gobierno y abandonar sus responsabilidades al frente de la Junta, dándole la espalda a sus electores. ¿O no?

Otra posibilidad es que otros tantos miles estuvieran felices de ver desaparecer a este nefasto personaje que frenaba con su incapacidad el desarrollo de esta comunidad. Algunos también podrían estar cabreados al observar cómo el que tanto ha hecho por Andalucía se va sin que nadie puede remediarlo. E incluso, al contrario, podrían existir los que, jubilosos ante tan afortunado golpe del destino, hubieran descorchado alguna botella de champán. Aunque fuera del malo.

Pero no.

El “cabezón” Chaves, el de los “minolles”, el dislálico y enérgico, el incapaz e incombustible, el benefactor de los menos favorecidos y el señorito andaluz, el mismo que nos ha traído la prosperidad o la ruina, todo a gusto del observador, se ha ido y, oh sorpresa, aquí no ha pasado nada. La presencia hegemónica de la política autonómica durante dos décadas (muchos andaluces sólo guardan memoria de él como presidente de la Junta), ha cogido la de Despeñaperros pa´rriba y la novedad es que no hay más novedad.

Hasta ayer mismo era aplaudido y abucheado a partes iguales (bueno, un poco más lo primero, a tenor de los resultados electorales cosechados). Y hasta casi parecía que nada en Andalucía se pudiera mover sin que él lo supiera. Pero, ya sea fruto de la indiferencia, la indolencia, el escepticismo o la onmicomprensión del personal, parece que ya nos hemos acostumbrado a prescindir de él.

¿Será esto un éxito de la democracia o un fracaso personal? ¿Acaso es la crisis, que anula todo lo demás?

Yo, sinceramente, desconozco si todo esto es bueno o es malo, pero no me negarán que, como poco, es inquietante.

[artículo recomendado por soitu]

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