viernes, 2 de enero de 2009

España '08: el palmarés


Al final, el Óscar se lo llevó Bardem por su magistral interpretación del personaje de Anton Chigurh en la versión de los Coen de No es país para viejos, de Cormac McCarthy. Pero, no menos merecidamente, se podían haber hecho acreedores de un premio a la mejor actuación muchos de los personajes que han protagonizado la crónica de la actualidad española en 2008.
Aspirantes a la estatuilla al mejor actor principal fueron el presidente Zapatero y su rival, Mariano Rajoy. Al primero, el año le trajo su segundo triunfo electoral. Los ciudadanos penalizaron la errática oposición del PP y acudieron masivamente a las urnas para premiar a los partidos mayoritarios (sobre todo al PSOE), al tiempo que castigaban a los nacionalistas y lanzaban a una zozobrante Izquierda Unida a los márgenes del grupo mixto en la Cámara. Pero, parte de la victoria socialista se cimentó en su sólida defensa de que el modelo de crecimiento económico erigido durante los últimos años, no se había agotado. Lo que, pasado el 9 de marzo, terminaría demostrándose una falacia.

La “desaceleración”, la “situación poco favorable”, “la ralentización económica”, fueron eufemismos que terminaron -como el propio Chikilicuatre- pasándose de fecha. Finalizado el verano, y recogidas las banderas rojigualdas de las ventanas tras la euforia desatada por la obtención de nuestra segunda Eurocopa de fútbol y la victoria de Rafa Nadal, por entonces número 1 en ciernes, sobre la hierba de Wimbledon al vencer en la final más larga de la historia del torneo a Roger Federer, nadie, ni siquiera el ministro de Economía Pedro Solbes, pudieron ocultar la realidad de una crisis que se cobra ya tres millones de parados y amenaza con convertirse en recesión.

Rajoy, por su parte, se ha pasado todo el año interpretando un papel tras otro. Primero adoptó el de cualificado aspirante a la presidencia, después el de digno derrotado, para terminar convertido en renovador de la nada reformista. A pesar de todo, más que un Óscar o un Goya, el bueno de Mariano todo lo más podría aspirar a un Razzie.

A mejor guión original han concurrido multitud de tramas, no faltando algunas especialmente retorcidas. Siniestro hasta decir basta, el accidente aéreo que este verano vistió de luto a todo un país cuando más de 140 pasajeros perdían la vida por causas aún desconocidas en el vuelo 5022 de Spanair que partía del aeropuerto de Barajas con rumbo a Canarias. Drama con aroma de serial de media tarde, pero de enorme dramatismo, el que rodeó también a aquel profesor que por evitar un posible caso de maltrato, terminaba siendo brutalmente agredido. El espontáneo gesto de Jesús Neira terminó postrándole en estado de coma, mientras la persona a la que defendía, Violeta Santander, se encargaba de humillarlo pavonéandose, previo paso por caja, por los platós de televisión.

En esta crónica negra ocupa un lugar también destacado el ‘caso Mary Luz’. Esta onubense de cinco años, que desapareció cuando salió a la calle para comprar chucherías, se ha convertido en macabra e involuntaria protagonista de un año en el que la Justicia ha demostrado cuán frágil es el equilibrio sobre el que se sustenta su balanza. Una grotesca cadena de errores judiciales permitió que el presunto asesino, Santiago del Valle, un indeseable con antecedentes por pederastia, pudiera eludir la cárcel y llevar a cabo su atroz crimen. El padre de la niña, Juan José Cortés, se ha convertido así en símbolo de la lucha contra la indolencia del sistema a la hora de defender a sus ciudadanos.

No sabemos cuál habrá sido la mejor película de 2008. Pero sí quién no se llevará el galardón a la mejor dirección. No será José Bono, el presidente del Congreso, cuyo intento de realizar un filme religioso se quedó en fase de preproducción. Tampoco la banda terrorista ETA, que no sólo ha demostrado que es un salvaje anacronismo, sino que ha evidenciado su vulnerabilidad al ser descabezada una vez tras otra por las fuerzas de seguridad. El límite de lo grotesco fue rebasado cuando el dirigente Aitor Iriondo se orinaba en los pantalones mientras estaba siendo detenido.
No han faltado tampoco los candidatos en categorías de las consideradas técnicas. Visualmente, la Expo de Zaragoza, la del Agua, no ha estado nada mal, aunque este año la especialidad ha sido el sonido. Si no el mejor, al menos el más fuerte, fue el de los camioneros que durante el mes de julio paralizaron el país en protesta por la alarmante subida de los precios de un crudo que pronto iniciaría su no menos vertiginosa caída. Tampoco ha sido menor el ruido que ha despertado la explosión de la burbuja inmobiliaria, que se cobraba su primera gran víctima con Martinsa-Fadesa. Aunque, para estruendoso ‘bluff’, difícil superar el orquestado en torno a la participación española en la muy decisiva cumbre del G-20. Sí, ya saben, aquella en la que se iba a refundar el capitalismo.

Y, por supuesto, también ha habido premios honoríficos. Garzón les entregó uno a las víctimas del franquismo, aunque luego tuvieron que devolverlo. Pinturas negras doscientos años después de la Guerra de la Independencia...

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