martes, 22 de julio de 2008

Total, están muertas

El marco es la playa napolitana de Torregaveta. Aparecen en primer término los cuerpos sin vida de dos adolescentes gitanas de 14 y 16 años que vivían en un campamento cerca de Nápoles y que después de una mañana pidiendo limosna se alejaron de la orilla a una distancia más allá de lo prudente y fueron arrastradas por una ola. Como no sabían nadar, y pese a que unos bañistas intentaron salvarlas, murieron ahogadas.

En la parte superior dos bañistas observan la escena sin alterar su rutina playera. Al parecer no fueron los únicos. Como apunta 'El Corriere della Sera' en algunas fotos se ve turistas en bikini que siguen tomando el sol y comiendo a pocos metros del sitio donde se encontraban los cadáveres. 'La Repubblica' también indica que fueron pocos los bañistas que abandonaron la playa después del suceso. Es la vida tan corta y al fin y al cabo ellas están muertas, ¿no?

La serie de fotografías que han empezado a publicar los periódicos italianos ha levantado un gran revuelo en Italia, pero habida cuenta de la indiferencia que manifestaron la mayoría de los presentes -­por causas que me resultan del todo insondables, o que prefiero no pensar los cadáveres cubiertos por toallas estuvieron en la playa durante horas- cabe preguntarse si este rasgado de vestiduras –con el arzobispo de Nápoles a la cabeza- es genuino o sólo una forma que adopta la conciencia cuando ha sido puesta al descubierto.

De todos los que se horrorizan ahora, me pregunto cuántos habrían abandonado la playa demostrando un poco de respeto o conmiseración hacia esas pobres criaturas. ¿Habrían actuado del mismo modo si en vez de gitanas desharrapadas Violetta y Cristina (porque tenían nombre, y familia y una vida por vivir) hubieran sido dos suecas acomodadas? ¿O no habría sido entonces más fácil solidarizarse, decir “oh, my god, esto nos puede pasar a nosotros, cuidado john, todavía te falta un cuarto de hora para terminar de hacer la digestión”?

"Podían salvarlas pero los italianos nos odian porque somos gitanos" ha afirmado entre lágrimas de rabia e impotencia la abuela de las niñas. Probablemente no sea verdad, pero a la luz de estas imágenes, ¿quién podrá convencerla de lo contrario?

Pero lo que más me intriga es de qué demonios habla la pareja que aparece al fondo. ¿Se lamentan porque les han dado el almuerzo y los sándwiches no hay quien se los coma luego? ¿Comentan el bonito estampado de las toallas o quizá la falta que les hacía una pedicura a las fallecidas? ¿Acaso posan para el fotógrafo musitando un patata-patata entre dientes?

Dicen que hemos negado a la Muerte, que no queremos verla ni oír hablar de ella. Que no la aceptamos. Y es verdad. Pero sólo para los nuestros. Por eso todo nos parece poco para hacer más "cómodo" el “tránsito” de los que se nos van yendo. Hasta inventar tanatorios que parecen hoteles de cuatro estrellas. Ahora bien, a la hora de que se mueran otros, cualquier cosa está de más.

Se acabó la rabia. Y jopo.

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