martes, 19 de febrero de 2008

Muere Robbe-Grillet, el mirón

Este pasado lunes falleció a los 85 años el escritor Alain Robbe-Grillet, el padre del Nouveau Roman, movimiento estético que surgió en Francia tras la posguerra y que supuso una radical ruptura estilística cuyos efectos no se dejarían notar sólo en la literatura, sino también en el cine. No en vano, el autor de El mirón, fue un cineasta notable que firmó, entre otros trabajos, el guión de la inolvidable El Año pasado en Marienbad, de Alain Resnais (1961).

El rechazo de la novela tradicional, del psicologismo, o del respeto al orden cronológico son algunas de las características que definen a la “escuela de la mirada”, cuyas bases sentó este ingeniero agrónomo –carrera que abandonaría muy pronto para dedicarse en exclusiva a las letras- y en la que terminarían adscritos autores como Michel Butor, Claude Simon o Nathalie Sarraute. Aunque le debemos a Maurice Nadeau una de las mejores definiciones del Nouveau Roman: “es una denominación cómoda, puesta en circulación por los periodistas, para designar un cierto número de tentativas que, dentro de la anarquía de las búsquedas individuales, han coincidido en rechazar ciertas formas novelísticas –la novela psicológica o de análisis, la novela de pasión o de acción- y en su sustitución por una clase de relato que se preocupa menos de las convenciones del género que de una particular realidad a expresar”.

La aspereza del estilo, la experimentación exacerbada, la insulsez que emana en ocasiones de algunas de sus propuestas, mitigaron un impacto mayor de este “movimiento”, así como su difusión popular, aunque hubo años en los que incluso en nuestro país Robbe-Grillet o Butor llegaron a estar “de moda”. En la actualidad, los autores del Nouveau Roman no gozan de una excesiva popularidad, y más allá de la atención que le prestan los especialistas –más abundante en Estados Unidos que en la propia Europa-, su lectura no es ni muchos menos masiva. A pesar de todo, es indiscutible que algunas de las aportaciones del “objetivismo” literario que pusieron en práctica, más allá de merecer algunas líneas en las enciclopedias, ejercieron su influjo sobre la literatura y el cine posteriores, llegando su estela incluso a ámbitos como la publicidad. En el caso español, y sin salirnos del terreno literario, el nouveau roman caló en los llamados novelistas “metafísicos” (Andrés Bosch, Carlos Rojas, Manuel García Viñó…), miembros de una generación olvidada por la oficialidad, pero que nos dejó toda una serie de textos de gran calidad que, a pesar de haber obtenido cierto reconocimiento en su época, comenzaron a dormir el sueño de los justos especialmente a partir de la década del 70’ del pasado siglo. De hecho, para estos escritores y críticos literarios el nouveau roman “constituye uno de los grandes motores de la renovación del género novelístico que tuvo lugar durante el siglo XX”.

A nivel personal, Robbe-Grillet, se hizo célebre en los últimos tiempos por su resistencia a convertirse en un grande de las letras francesas. Me explico. Pese a formar parte de la Academia Francesa de la Lengua desde el 2004, nunca llegó a ocupar su sillón ni a pronunciar su discurso de aceptación, en un gesto que nos recordó al de aquel Sartre que echaba pestes sobre los honores literarios propios de la Cultura francesa de su época. “Es la primera vez que la Academia francesa respira enterándose de la desaparición de uno de sus miembros”, ha llegado a escribir Pierre Assouline en el blog que publica en Le Monde. No cuesta trabajo verso haciéndole en privado un corte de mangas a la prestigiosa institución, con su “risa mefistofélica, aunque “sin piedad ni ternura”, haciendo gala de “alegría propia de una juventud inoxidable, sardónica y resplandeciente”, como la define Claire Davarrieux en su necrológica "Alain Robbe-Grillet, elogio del mirón", aparecida este martes en Libération.

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