viernes, 15 de febrero de 2008

Las 'honeydolls'


El gran sueño del hombre, hablo del varón, no del ser humano en genérico, está a punto de convertirse en realidad. Y todo, cómo no, gracias a los últimos avances tecnológicos. ¿De qué creen que puede tratarse? ¡Pues de sexo a voluntad las 24 horas del día, los siete días de la semana! Lo que Dios no pudo, o no se atrevió a hacer, lo va a hacer posible la cibernética. No es ciencia-ficción. Expertos como David Levy, autor de Sexo con los Robots: la evolución de las relaciones Humanos-Robots, afirman que será posible a mediados de este siglo al ritmo que marchan los avances en inteligencia artificial.

Pero no se desanimen. Pese a que los progresos alcanzados en la reproducción de los músculos y los movimientos, así como en la imitación de emociones ‘humanas’, todavía no son ni mucho menos definitivos, no habrá que esperar tanto. De un tiempo a esta parte, el desarrollo de la compañera perfecta, bella, sumisa y gentil, ha dado saltos espectaculares. Un ejemplo lo podemos encontrar en la página www.honeydolls.es, de la empresa japonesa Axis, donde ya para el público español se puede conseguir el primer robot sexual femenino en sentido estricto.

La filosofía que ha impulsado a estos auténticos benefactores de la humanidad es muy clara: “¿Te sientes solo? Con ellas nunca tendrás esta sensación. ¿Deseas una sonrisa y un beso? Ellas te darán una sonrisa encantadora y un beso apacible, y si quieres… algo más. ¿Tienes una fantasía inusual? Con ellas puedes realizarlas. No comen, no enferman, no protestan…, se dejan hacer de todo y a un módico precio.” Admirable.

Ya sea en las versiones ‘hentai’ o con rasgos occidentales (que el amor ya se sabe que es ciego), las dulces muñecas nos invitan a compartir un paraíso de delicias sin fin. Sus inmarcesibles rostros angelicales, sus sensuales faldas de colegialas, la promesa eterna de su piel, no tienen parangón dentro del género humano. Olvídense de esos cascajos de muñecas sin dedos, con pelucas platino y bocas recauchutadas en congelada espera de la era industrial. ¡Si hasta raspaban! El verismo de las ‘honeydolls’ supera toda previsión. Tanto como sus atributos físicos (donde domina el prominente busto que “reproduce con total fiabilidad la flexibilidad y suavidad del pecho de una mujer real”) y sonoros (con sus cuatro excitantes tipos de jadeo). La empresa nos asegura, además, que son extremadamente flexibles, aunque sabiendo mantener la necesaria firmeza en cada lance de amor, ideales para el sexo oral en virtud del material especial de los labios, resultando, por si fuera poco, la vagina fácilmente desmontable para su limpieza. Y sólo es el principio.

La ‘honeydoll’ es la promise land masculina, pero aquí y ahora. Se acabó el miedo al rechazo, la sensación de fracaso, el temor a no estar a la altura. Se acabaron las interminables e irrelevantes conversaciones, la impostura de la igualdad, los ya-no-me-quieres-como-antes. Porque, además, ¿quién dijo que así desaparecen los sentimientos? Se puede amar a una robot tanto como a una mujer. Qué demonios. Puede que más. Su actitud solícita, su frescura, su saber estar son arrebatadores. Nunca oiremos de ellas un reproche. Ni un jadeo más alto que otro. Y es que, según cuentan, se hacen de querer las jodidas.

¿Están preparados para el futuro? Porque yo no.

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